Escrita para una formación no demasiado habitual (piano, violín, viola, violonchelo y contrabajo), podemos calificar esta obra directamente de “deliciosa”. Por esta razón no sólo es una de las preferidas de muchos públicos sino también de todos los intérpretes de estos instrumentos, y a menudo ha convocado grupos de magníficos solistas que nos han quejado grabaciones históricas. Su título proviene del Lied “La trucha”, del mismo Schubert, sobre el cual realiza unas magníficas variaciones en el cuarto movimiento.
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