De larga y complicada génesis, la Primera sinfonía de Mahler representa todo un retrato evolutivo de un joven compositor que tiene que compaginar su tarea con la de director de orquesta, oficio con el que realmente fue conocido en su tiempo. Los altibajos de este proceso también reflejan algunas de las inquietudes estéticas del Romanticismo tardío, como son la vinculación de la obra a un “programa” u otros elementos extramusicales. Así, entre 1888 y 1999, prácticamente en la frontera del Siglo XX, la obra pasa por varios formatos y transformaciones que la llevan del poema sinfónico a la sinfonía programática en cinco movimientos y con un título que finalmente acabaría desapareciendo. Sin embargo, todos estos elementos que configuran su génesis permanecen de algún modo presentes, y la prueba es que, a pesar de ser finalmente descartado por el autor, el nombre de “Titán” aún hay quien lo conserva como identificador de la obra.
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